RESTAURANTE PESCADEA EN BARCELONA POR EL COCINERO FIEL

Me está costando mucho abandonar esta sensación de provisionalidad. Esa idea ilusa de que esto pasará y las cosas volverán a ser como antes. Seguro que la pandemia pasa y, con tiempo y algo de suerte, nos olvidaremos de las mascarillas y de saludarnos con el codo, pero parece que esto va para largo, así que probablemente sea más sano aceptar la situación, convivir con ella y dejar de pensar en algo que no sabemos cuando llegará.

En Pescadea lo tienen muy asumido. Casi se podría decir que es un restaurante post-pandemia, con foco en el delivery y con un modelo híbrido que se mueve entre el restaurante familiar y la cadena de comida rápida.

Madre en la cocina, mama pia, e hija en la sala. Ambas italianas, agradables y dispuestas a que descubramos los populares bocadillos italianos, los panini, pero de pescado. La idea surge del popular bocadillo de calamares de Madrid, pero lo han italianizado. Quién me iba a decir que el pescado con queso iba a funcionar tan bien.

Situado en el número 100 de Aribau, en pleno Eixample de Barcelona, el local es estrecho y largo. Fuera, una pequeña terraza, entrando a mano izquierda una barra con la carta en grandes paneles. Después, un espacio con taburetes y, al fondo, cinco o seis mesas.

Se pide en la barra y te lo llevan a la mesa. Hay entrantes, un carpaccio de pulpo, uno de verduras, un tartar de atún o uno de salmón; también fritos, fish and chips, calamares, gambas, buñuelos o un mix de todos; ensaladas, del sur, del centro y del norte, y los panini, de atún, salmón, lubina, gambas, anchoas, boquerones, uno de fritura y uno vegano. Además, ofrecen el panino del día que con la guarnición ya es todo un festival.

Como es habitual, pedimos por encima de nuestras posibilidades, un mix de fritura con unos spritz, una ensalada y dos panini. El spritz con mucho hielo, un espumoso de Montelvini y algo de agua. Hay quien considera las aceitunas un sacrilegio, pero la vida es más fácil si uno va más despreocupado.

La fritura se puede acompañar con patatas fritas o chips vegetales con calabacín, patata, remolacha y batata, todo cortado con mandolina y dándole su tiempo a cada cosa. Por separado, se fríe el pescado, que apenas está unos segundos: boquerones, langostinos, calamares y unos mini buñuelos de bacalao, todo pasado ligeramente por harina. Después escurren el aceite sobre papel, salan y sirven.

Una combinación fresca, más ligera de lo que aparenta. Evidentemente, el salmón o el bacalao no pueden ser de proximidad, pero compran todo lo que pueden en la lonja de Vilanova y lo combinan con productos de origen italiano.

Un menú sencillo, con producto de calidad y que te sirven sin dilaciones. Lo más interesante, la originalidad. No vas a encontrar un bocadillo así en toda la ciudad. Noemi lo explica con entusiasmo, consciente del riesgo que supone y del tiempo que necesitan para que se vaya conociendo la propuesta. Con la globalización de las cartas estamos perdiendo mucho color, así que siempre es esperanzador alguien ofrece brillo y contraste.

Seguimos con la ensalada, la base es arroz venere, de grano negro, cultivado en el Norte de Italia. Además, calabacín y mango cortado en cubos, aguacate laminado y salmón con sésamo blanco y negro, todo aliñado con una vinagreta clásica.

Mejor mezclarlo todo antes de empezar, se tratar de disfrutar de las diferentes texturas y sabores en un solo bocado.

Agosto en Barcelona siempre ha sido un mes raro. La ciudad queda totalmente desequilibrada. Las zonas turísticas, abarrotadas; el resto, vacío. Ahora que no hay turistas y hace calor, los mediodías son muy tranquilos. Parece un buen momento para disfrutar de los históricos que exigían colas eternas o, por qué no, probar algo nuevo.

Momento panini. Ana se animó con el que llaman Pompei, de pan negro y pulpo, que cuecen al vacío primero, laminan y marcan a la plancha con un poco de ajo y perejil antes de servir. Abren y tuestan el pan de sepia, untan después con una buena dosis de ricotta fresca, añaden unos pimientos asados y aliñan con una salsa de anchoas. Se puede acompañar con patatas fritas o las chips vegetales.

Para mi el Taormina, de pan blanco, también tostado, provola ahumada, que funden ligeramente, lechuga, una salsa de elaboración propia, el atún, cortado en cubos, unas patatas fritas laminadas y, en este caso, acompañado de las chips vegetales.

Ambos son platos únicos muy completos. Son de buen tamaño y con la guarnición uno queda más que saciado. Mención especial para el pan, elaborado por Albert Iglésias, es crujiente por fuera y esponjoso por dentro, muy ligero y con ese moldeado tan curioso de caparazón de tortuga. Son bocadillos sabrosos, de bocado fácil y, sobre todo, sorprendentes.

Ofrecen tres postres, tiramisú, cheesecake de matcha y mousse de maracuyá. Nos pedimos los dos primeros. El cheesecake es espeso y con el protagonismo para el té matcha, el tiramisú es de sabor clásico, con el punto amargo del café y la frescura del mascarpone.

Para los que nos gusta salir y compartir mesa con amigos, es una suerte que siga habiendo gente valiente que tire adelante con estos niveles de incertidumbre. Esperemos que Noemi y su mama pia tengan mucha suerte.

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Restaurant Pescadea Carrer d'Aribau, 100 08036 Barcelona


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