RESTAURANTE BAROZ EN BARCELONA
Recordaréis la visita a Marea Alta, el restaurante situado en la planta 24 de la Torre Colón, tocando el último tramo de las Ramblas de Barcelona. La coctelería que había en la 23 se acaba de transformar en el Restaurante Baroz, una arrocería con un concepto original.
El nombre es un juego de palabras, bar, arroz y Oz, así que algo de magia se espera. Como os podéis imaginar, lo primero que llama la atención son las vistas. 360º grados, espectacular panorámica de toda la ciudad.
Lo recomendable es llegar pronto y darse un paseo por las diferentes terrazas e ir identificando calles, edificios emblemáticos, monumentos o simplemente quedarse hipnotizado por las impresionantes vistas al mar.
El espacio está dividido en dos comedores decorados con colores vivos. Mesas y sillas altas, para poder seguir disfrutando de las vistas durante la comida.
La carta es relativamente corta. Bajo un tarjetón de presentación, las bebidas, con las botellas de un litro de sangría, agua de Valencia o rebujito a 12 euros y las de vino a 15. Para comer, aperitivos, tapas, cazuelas y, como no, arroces. Se podría decir que todos son versiones de clásicos. Buscando siempre un punto de originalidad.
Está claro que las arrocerías gustan. Cada vez son más y mejores. Esos arroces de capas gruesas, con el grano quemado en la base y pasado encima y con mil ingredientes de mala calidad, están dejando paso a la capa fina, con pocos ingredientes cocinados en su punto.
Empezamos con un matrimonio, unas boquerones en vinagre envolviendo unas anchoas de Castro Urdiales, cubiertas con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra. Además, nos pedimos un pan con tomate, que elaboran con un pan de cristal frotado con tomates maduros a la manera tradicional.
Al sentarte llegan unas patatas chips de Bonilla a la vista y enseguida los aperitivos. Boquerones ácidos y sabrosos, con unas anchoas carnosas y tersas, excelente manera de empezar. Y ya sabéis, Ana y su pan con tomate.
Llegamos pronto y el comedor se fue llenando poco a poco. Remontaron alguna mesa, dado que entre semana solo abre un ala, la de sombra.
La mayoría se pedían platos para picar a compartir y después un arroz, pero con esta carta, se puede ir solo de picoteo y quedarse francamente bien.
Seguimos con nuestro indicador de calidad favorito, la ensaladilla. La preparan con patata kennebec, bonito y mayonesa. Mezclan bien dejando casi un puré, emplatan y cubren con un huevo cocido rallado. Acaban con unas aceitunas rellenas y unos colines gruesos y crujientes.
El tartar de solomillo lo preparan como un vitello tonnato. Supongo que lo conocéis, es un plato italiano de la región de Piamonte que suele prepararse con unas lonchas de carne vacuna guisada, cubierta con una mayonesa de atún y anchoas. En Baroz, pican un solomillo, salpimientan y añaden pepinillo picado, cebolla, también muy picada y una salsa con yemas de huevo. Para acabar, cubren con la mayonesa de atún y anchoas y rematan con un poco de pimienta. Sirven con un pan de carasatu de Giulio Bulloni.
Para el huevo bravo ponen en la base del plato una salsa hecha con cebolla, ñora y pimentón picante. Después una mayonesa de ajo. Mezclan y hacen un hueco en el centro para poner un huevo poché. Finalmente, cubren con miga de pan tostado.
La ensaladilla es de las que nos gustan. Con mucha mayonesa, los ingredientes bien mezclados y los sabores integrados. Últimamente, aprecio más los platos de pocos ingredientes, especialmente cuando la materia prima es buena.
Lo más sorprendente fue el huevo bravo. Parecía que el pan se iba a llevar todo el protagonismo, pero una vez mezclado era un bocado muy equilibrado, crujiente, entre unas patatas bravas y unas migas, pero con personalidad propia, especialmente se te tocaba yema, que le daba una textura untuosa que te llenaba la boca.
El tartar también muy curioso. Si os gusta el vitello tonnato, es muy recomendable. Un mar y montaña peculiar que gana con el pan de carasatu. A este en concreto le llaman guttiatu, es un pan de carasatu al que se le pone un buen chorro de aceite de oliva virgen extra y se devuelve al horno unos minutos.
Con semejante festival, ya casi no nos cabía el arroz, pero no podíamos irnos sin disfrutar del protagonista de la carta. Lamentablemente, no tuve tiempo de grabar la elaboración.
Lo preparan con un caldo de pollo de corral y cigalas, con cuerpo. Tuestan el arroz del Delta de l’Ebre en la paella con un chorrito de aceite de oliva y añaden caldo abundante para cocinarlo a fuego fuerte. Acaban con los cortes de pollo dorados y las cigalas que se cuecen con el vapor que suelta el arroz en pocos segundos.
Ya véis, capa fina, finísima. Grano suelto, con la base tostada y al dente, casi demasiado. Sabrosísimo. El pollo tierno, nada seco, y la cigala con ese punto dulce tan característico. Un magnífico arroz.
Hay quien confunde el socarrat con el arroz quemado. Cuando se hace bien, la capa de arroz que toca la paella acaba ligeramente frita y el efecto es parecido al del arroz inflado, dando esa textura crujiente tan característica. Al estar cocido con mucho caldo, el grano va absorbiendo todas las sustancias y el agua se va evaporando, con lo que el sabor se concentra en el grano.
Nos animamos con dos postres, un limón helado y una copa Brasil, clásicos reinterpretados. En Baroz lo sirven sobre hielo picado, con ralladura de piel de lima y un chorrito de aceite de oliva.
Para la copa Brasil, en el fondo ponen helado, después un crumble, una crema de café, nata montada y unos granos de café de chocolate.
El limón, ácido y refrescante. La copa Brasil recuerda a un tiramisú, hay que comerlo bien mezclado, para aunar los sabores en cada cucharada. Muy rico.
Los cócteles los pido muy ocasionalmente, arroz comería todos los días. Así que es una gran noticia que hayan reconvertido la coctelería en arrocería.
Me da la sensación que los cócteles son algo que desde el sector se ha querido empujar hacia al cliente, con mucha ayuda de los fabricantes y no hemos acabado de responder. Además del precio, es bastante más difícil maridar con coctelería.
Dorothy abraza a Totó y le dice «Realmente no hay lugar como el hogar», pero comer bien con vistas es una excelente excusa para salir de casa.
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Todo empezó en 2007. Mi tío, que por entonces nos divertía con su blog «Desde Mi Cocina», me envío un vídeo de Robert Rodríguez. Resulta que el conocido director de cine, en los extras de sus DVDs incluía vídeo recetas. Se le veía en casa, preparando una cochinita pibil. Era un formato informal, directo y breve, pensé que algo parecido podría funcionar en youtube. Subí mi primer vídeo, una receta de tortilla de patatas, se hizo viral y aquí seguimos. Desde Tarragona, compartiendo recetas y experiencias gastronómicas de todo tipo.