EL ESPECTACULAR DESAYUNO DEL BAR SD CA MELLADO (CONSTANTÍ)

Esta nueva tanda de vídeos se podría llamar “Bares sin Instagram”. Sin postureo, sin aspavientos, sin aguacate, bares de toda la vida que hacen las cosas bien. Es muy curioso, pero me está costando la vida que accedan a que haga un vídeo. Las cosas les va bien y cuesta entrar en lo desconocido. En los bares se critica mucho a los influencers, pero qué no se critica en los bares.

El caso es que, después de muchas ideas y venidas, pude grabar en el Bar SD Ca Mellado, donde se sirve uno de los mejores desayunos que he probado, con un tremendo festival de guisos. Si sois de desayuno contundente, lo que aquí llamamos “esmorzars de forquilla”, estad atentos, esto es todo un espectáculo.

Es de esos bares a los que llegan antes los clientes que los trabajadores. Son las 7 de la mañana de un sábado y ya hay gente esperando que entra antes de que se enciendan las luces. Y, cuando digo gente, me refiero a hombres. No sé por qué, pero nos encantan estos desayunos en una proporción abrumadora, diría que, por cada mujer, hay 10 hombres. Pasa a la inversa en ciertas cafeterías.

Los sábados, la cocina abre entre las 8 y las 11:30, pero uno puede entretenerse con un café mientras van calentando motores. Los cincuenta kilos de callos que preparan a la semana tienen que empezar a coger calor, también la omnipresente guarnición, patatas laminadas fritas, salteadas con cebolla pochada. Y el resto de guisos, claro, que se han ido elaborando durante la semana y ahora es su gran momento. Simplemente hay que calentar, emplatar y servir.

Abren de lunes a sábado, entre semana, con menú de mediodía, además del super desayuno. Se pueden pedir medias raciones e incluso ponerse creativo, hay un cliente que pide mitad callos, mitad morro y un huevo frito encima. Aunque mejor no tocar mucho la moral y ceñirse a la pizarra, que es más que generosa: callos, morro, rabo, sepia, bacalao, jabalí, calamares, costilla, riñones, carrillera, solomillo, huevos con gambas, pincho moruno y croquetas, además de una buena selección de bocadillos fríos y calientes. Hay algún intocable y también platos que aparecen esporádicamente, así que nunca es igual, algo que se agradece.

El comedor se llena con rapidez y hay que tenerlo todo a punto. Antes de pedir, llega el pan y las aceitunas. Como se agradece tener algo que llevarse a la boca nada más sentarte. Y luego, a verlos venir. Un rabo de toro tierno y jugoso. Los platos de caza, algo difícil de encontrar por esta zona. En este caso, jabalí. Una costilla asada y siempre las patatas, si tuvieran que ofrecer más guarniciones, la cosa se complicaría mucho. Lo han intentando en varias ocasiones, pero siempre se acaban pidiendo las patatas fritas, así que ahí están. Y, cómo no, el plato estrella, estos magníficos callos, que llevan sirviendo en la misma esquina discreta desde 1975. Así lo cuenta Lluis, uno de los dos socios fundadores. Durante años compartió la barra con su mujer, Maria Rosa, y ahora está al mando su hijo, también Lluis. El equipo se completa con Pere, Eva, Bernardina y Chema, un pedazo de cocinero que se maneja con facilidad para servir más de cien desayunos sin pestañear. Cómo me gusta esto del cucharón y palante. Estos guisos de carnes jugosas que piden pan son una maravilla. En la cocina, piden tiempo y buen ojo para las especias, pimienta, pimentón, tomillo, orégano, cada guiso con su tema.

Y Chema sigue sin prisas pero sin pausas. Sirve un par de huevos fritos sobre patatas paja con gambas al ajillo, unos riñones con alubias salteadas, unas manitas bien gelatinosas, un pincho moruno, un bacalao con pimientos y alubias, el morro, otro de los clásicos que no pueden faltar. Es un torrente de platos suculentos y todavía no son las nueve y media de la mañana.

Hace poco leía a un aficionado al ciclismo lamentándose porque la tecnología ha convertido al ciclista en un zombi. No para a ayudar, no disfruta del paisaje, ni siquiera comenta la jugada con compañeros de viaje. Tiene la mirada fijada en el contador de potencia, vatios, velocidad y la infinidad de datos que te ofrecen las aplicaciones. En los bares, empieza a pasar algo similar, en lugar de conversar con el desconocido de al lado, hay mucho cabizbajo con la mirada fijada en la pantalla, una lástima.

Aunque está bien si estás mirando cómo sirven el conejo con caracoles o la sepia a la plancha que, curiosamente, pasan también por la freidora, o como Chema prepara una simple tortilla para un bocadillo o el ya mencionado mix de morro, callos y huevo frito. ¡Qué festival!

No soy muy de dulces, así que uno de mis postres preferidos es el músico, frutos secos con vino dulce, que gran final. Pero antes, hay que ponerse serio. Con la excusa de que es para enseñároslo, pedí por todo lo alto y no decepcionó. Después del vino con gaseosa con las aceitunas, llegaron media de callos, media de morro, jabalí y manitas, casi nada. Aunque he ido solo en varias ocasiones, siempre lo pasas mejor acompañado, especialmente si pides un poco de todo y lo compartes.

Hasta hace poco publicaba restaurantes de todo tipo. Muchos de alta cocina. Pero me he cansado por varias razones. La primera es que tengo la sensación de que hay un exceso de discurso, como si los platos necesitasen de una explicación o de una razón de ser, más allá de alimentar y estar ricos. También tengo ganas de autenticidad y en los bares hay poca tontería.

Por otro lado, siempre habrá alta cocina, en cambio, los bares de toda la vida tienen los días contados, especialmente aquellos en los que se cocina. La quinta gama, es decir, los platos preparados, cada vez son mejores, el rabo de toro, por ejemplo, es excelente, así que en muchos bares y restaurantes lo compran hecho. El problema es que siempre es igual. En cambio, los callos de Ca Mellado son únicos, no los puedes disfrutar en ningún otro lugar y eso hace que la experiencia sea irrepetible.

Hay quién cree que el lujo es una cuestión de status, un me gusta porque yo puedo y tu no, pero el lujo debe ser algo inspirador, algo que te llena, independientemente de los demás. Y qué hay mejor que estos guisos para llenarse en todos los sentidos. Compartir una mesa así un sábado cualquiera es un lujazo.

Estas últimas semanas ha habido una alteración en la fuerza en el mundo callil de Tarragona. Le han dado un premio al Gordo Dos por sus callos y, como siempre, ha generado polémica. Desde mi punto de vista, siempre es buena noticia que premien a los bares de por aquí, sea por lo que sea. Hay que celebrar que los sirvan ricos, como también lo hacen el La Rosa en Torreforta, en el Cortijo en Tarragona, en Vinyet en Vila-rodana y, como no, en Ca Mellado y seguro que me dejo un buen puñado de sitios y ya sabéis que me dejo aconsejar.

Como siempre, muy agradecido al equipo, soy consciente que cuesta mucho abrir las puertas y dejar ver las tripas. Lo pasé en grande y comí lujo. Seguro que nos veremos a menudo.

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