Me gustan los tiraditos, el tataki, los tacos, las hamburguesas, sabéis de mi pasión por las pizzas. Cocinas del mundo que nos enriquecen.
Sin embargo, cuando viajo, lo que me apetece es la cocina local. Me cuesta entender las hordas de turistas que buscan su cocina. En Playa Blanca, por ejemplo, hay mucho restaurante Indio, lo que podríamos considerar cocina local inglesa, por muy raro que suene.
Una mayoría prefiere no arriesgar. O no le da importancia a la experiencia gastronómica. Debería ser obligatorio probar unas papas, mojo verde, mojo rojo, unas lapas, algún queso…
Entiendo que, cuando uno está una semana fuera, acabe cansado de una cocina que le resulta ajena. Así que vamos a dejarlo en una comida, o una cena, como mínimo. De cocina tradicional, nada raro, nada muy caro, algo que ayude a entender la cultura local y a participar en la misma.
Cuando la gastronomía es uno de los motivos del viaje, entonces la alta cocina gana protagonismo. No hay en todas partes. Requiere grandes inversiones, buenos profesionales y clientes que la valoren.
Siempre es una sorpresa agradable, más si, además de buena cocina hay una clara apuesta por el territorio. Es lo que nos encontramos en el Restaurante Isla de Lobos del Hotel Princesa Yaiza, en Playa Blanca, Lanzarote.
Una propuesta basada en productos de cercanía, ligada a la Finca de Uga, 70.000 m2 de granja agropecuaria. Con estos mimbres, salen buenos cestos.
Cenamos en la terraza, de cara al mar, con vistas a Fuerteventura y la Isla de Lobos. Buena temperatura, a pesar de que junio no es uno de los meses más cálidos.
Empezamos con unos encurtidos vegetales de la Finca de Uga. Delicados, crujientes, en su punto. Servidos medio enterrados en una tierra de pan tostado y champiñones.
Seguimos con otra apuesta por la proximidad, con una brandada de cherne, un pescado blanco típico de las islas, servido con la piel deshidratada, muy crujiente.
El pan, blanco y blandito, se sirve junto a un aceite de oliva virgen extra de la isla. Al ser de arbequinas, muy suave. Contrastaba con la mantequilla, fuerte, muy aromática, elaborada a partir de la leche de las vacas jersey de la finca. Ana se la comía a cucharadas.
El mero en salmuera de Janubio, las salinas de la isla, servido con gofio, mojo rojo y helado de batata es un buen ejemplo de alta cocina. Técnicas importadas aplicadas a los productos y la cocina local. El pescado cortado muy fino, como un carpaccio, con la batata frita y los puntos de salsa. Todo el sentido.
Me criticáis mucho que cene con cerveza, así que decidimos maridar con vinos canarios. Gran acierto. El sumiller, Víctor, nos acompañó toda la cena, ofreciendo todo tipo de detalles y buscando siempre el equilibrio. Muy bien.
Empezamos con un blanco tagalguen, elaborado con listán blanco y albillo criollo. Seguimos con dos de la Bodega El Borujo, un blanco sobre lías y un albillo criollo. Después, dos Los Loros, uno sobre lías.
Seguimos con unos guisantes, con yogurt de Cabra Majorera y menta. Un plato muy de primavera. A Ana le recordó al olor de la cocina cuando ayudaba a su madre a pelar las vainas de los guisantes. De hecho, sabía mucho a vaina.
El calamar al carbón se sirve con tres técnicas diferentes, plancha, frito y seco, este último rallado sobre el plato ya en la mesa. Se acompaña de un caldo y un espárrago verde laminado. Un plato interesante como ejercicio. Buscar resultados diferentes con un mismo producto es un juego divertido.
A Ana le encantan las lentejas, así que le gustaron mucho a la marinera. Las alubias o las pochas con almejas son un clásico, pero las lentejas no se ven mucho en platos de mar. Caldoso, de cuchara, la dosis justa para seguir con el menú sin saciarse con un par de platos.
La merluza en adobo canario, con Orly de cilantro, limón asado y lactonesa de pepino fue uno de los platos que más nos gustó. Un rebozado fino y crujiente, despegado de la merluza, aromatizado con cilantro, una merluza jugosa, con el punto del adobo y acompañada de la mayonesa a base de leche y pepino. Con unas patatas fritas, habría sido un fish and chips excelente.
Empezamos con las carnes con un cochinillo asado con sarmientos de la Finca de Uga acompañado de un licuado vegetal. El cerdo es una mezcla de razas, la autóctona con el ibérico. Muy aromático, con una piel crujientísima y una carne tierna, muy intenso.
Acabamos los salados con un conejo en salmorejo con zanahoria especiada. La primera vez que estuve en Lanzarote, me invitaron a comer en una casa que tenía sus propios viñedos. Me llamó la atención una jaula con varios conejos. Se ve que los cazaba vivos entre las viñas y los engordaba unas semanas antes de comérselos. Una carne suave, en dos partes, lomo y muslo. Muy rica.
Definitivamente, el mochi está de moda. Con los omnipresentes ahumados, es unos de los platos que más nos encontramos en los menús degustación. Este servido con un bienmesabe canario y helado de vainilla.
Qué gran nombre, “bienmesabe”. Es un dulce canario típico, elaborado con huevo, almendras, miel y limón. Un postre con todo el sentido. Dulce de origen japonés, interesante para los curiosos gastronómicos, reinterpretado introduciendo elementos de la cocina local.
Seguimos con un postre con un protagonista inusual, la remolacha, servida junto a un merengue suave y etéreo. Entre viscoso y crujiente. Muy interesante.
Chocolate en texturas con helado de leche. Además de texturas y sabores, hay también un juego con los temperaturas interesante. Un postre de sabores intensos que se aligeran con el helado de leche.
Como es habitual, se acaba con unos petit fours. A pesar de que es un menú muy largo, acabamos bien, sin pesadez. Aunque es siempre se acaba abusando. Si uno no tiene cuerpo de festival, existen dos menús más, algo más cortos y también se puede cenar a la carta. Una cena algo más ligera podría acabar por todo lo alto con el surtido de quesos de la Finca Uga.
En definitiva, una oferta gastronómica de mucha altura con vista a la Isla de Lobos.
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Todo empezó en 2007. Mi tío, que por entonces nos divertía con su blog «Desde Mi Cocina», me envío un vídeo de Robert Rodríguez. Resulta que el conocido director de cine, en los extras de sus DVDs incluía vídeo recetas. Se le veía en casa, preparando una cochinita pibil. Era un formato informal, directo y breve, pensé que algo parecido podría funcionar en youtube. Subí mi primer vídeo, una receta de tortilla de patatas, se hizo viral y aquí seguimos. Desde Tarragona, compartiendo recetas y experiencias gastronómicas de todo tipo.