Las increíbles pizzas de Can Pizza en Barcelona: ¡Tienes que probarlas!
Si me obligasen a escoger un solo plato para alimentarme el resto de mis días, probablemente elegiría una pizza. Me encanta. Por eso estoy entusiasmado con lo que ha pasado en Barcelona en los últimos diez años. Antes, era casi imposible encontrar una buena. Ahora, hay cuatro o cinco pizzerías, algunas con varias ubicaciones, que tienen un nivel estratosférico. Entre ellas, una de las pioneras, Can Pizza, que acaba de celebrar su décimo aniversario por todo lo alto. Veamos qué se cuece en uno de sus restaurantes.
Luca, encargado de pizzería, y Jose, uno de los pizzaiolos, llegan a las once al local de Sagrada Familia y enseguida se ponen con la elaboración de la masa. Preparan una premezcla, con cinco harinas y después añaden la levadura disuelta en agua. Así comienza el amasado, controlando con precisión las medidas y también las temperaturas, añadiendo agua a temperatura ambiente y también fría, para conseguir que la mezcla se mantenga entre los 20 y los 25 grados. Cuando la masa coge esa típica forma de calabaza, se añade la sal y, finalmente, el aceite de oliva virgen extra, en hilo. Todo a sus ritmos, con sus pausas y sus velocidades. Una vez lista, se reparte en cuatro recipientes, se cubre a piel con papel film y ya está lista para la primera fermentación.
Al día siguiente, ha que ponerse a volear. Es decir, formar la masa de cada pizza, que pesa 250 gramos. Finalmente, se deja para una segunda fermentación en frío, esta más larga, de 48 horas. Algo antes del servicio, se saca para tenerla lista, a temperatura ambiente, cuando llegue el primer cliente.
Sobre las doce y media, es momento para la comida de la familia. Además de Luca y Jose, están Sabrina y Jon en sala y Rinku en la cocina. Tortilla de patatas, ensalada y bistec. Lo resuelven rápidamente.
A la una ya hay clientes esperando fuera y la primera pizza que piden es la ganadora del campeonato de España del año pasado, la Pulp Edition. Extienden la masa, con ayuda de sémola, añaden una base de tomate, sobrasada, pulpo, aceitunas de Kalamata, un aceite de ajo y al horno. La acaban espolvoreando orégano, tomillo, hinojo y romero, añaden fior di latte y la acaban con ralladura de lima y aceite de oliva virgen extra.
Después una shitake con poco tomate, ricotta, rúcula, parmesano, mozzarella, jamón york, shitake y champiñones y la acaban con sal en escamas y aceite de oliva virgen extra.
La pepperoni también tiene mucho éxito. Base de tomate, mozzarella, chorizo picante, cebolla blanca y, una vez sacada del horno, cilantro. Y lo bueno de que las pizzas se hagan al momento es que siempre puedes quitar y poner ingredientes. Por ejemplo, hay un buen porcentaje de la población que, por una cuestión genética, el cilantro les sabe a jabón. Así que se pueden pedir la pepperoni sin.
Habéis especulado mucho con lo que había pasado con Ana. Lo que ha pasado es Pau. Con un crío pequeño se nos ha complicado la agenda. No os digo que recuperaremos ritmo, pero se hará lo que se pueda.
En Can Pizza casi todas las propuestas son originales, así que, si uno no es habitual, hay que estudiarse la carta. No es fácil, todas tienen algo. Ana se pidió la de berenjena, que lleva una base de tomate amarillo, albahaca fresca, mozzarella vegana, berenjena asada y tomates cherry. Una vez horneada se acaba con sal en escamas, un aceite de albahaca, picatostes salteados con ajo y orégano y algo más de albahaca fresca. La mia, la de cabra, se hornea con tomate y mozzarella y se acaba con queso de cabra, pesto y tomate seco. Tremenda.
Dicen que el éxito de la pizza se debe a que es un plato de consenso. Es decir, más que tener fans, lo que pasa es que tiene pocos detractores, así que es más fácil que la gente se ponga de acuerdo en torno a una pizza. No sé si será cierto, la verdad que, cuando voy a Can Pizza veo mucho entusiasta.
En 1889, Raffaele Esposito inventó la pizza moderna en su restaurante de Nápoles, cuando para homenajear a Margarita de Saboya, combinó los colores de la bandera italiana y preparó lo que ahora todos conocemos como una Margarita, con el rojo del tomate, el balnco de la mozzarella y el verde de la albahaca. Diría que, desde aquel día, la pizza no ha parado de hacernos felices.
Con buena materia prima, fermentaciones largas y un buen equipo, se hacen maravillas. Es increíble que podamos disfrutar de pizzas de primera división por quince euros. Mientras las disfrutamos suena Barry White y, mirando mi pizza tarareo: My first, my last, my everything and the answer to all my dreams.
De postre, un tiramisú, que acaban espolvoreando cacao por encima y una mousse de chocolate, que sirven con algo de galleta.
Fue todo un espectáculo. No sé si son pizzerias gourmet o simplemente buenas pizzerías, pero esta maravillosa combinación de calidad y originalidad, hace que valga la pena visitar Can Pizza, no una vez, sino cien.
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Todo empezó en 2007. Mi tío, que por entonces nos divertía con su blog «Desde Mi Cocina», me envío un vídeo de Robert Rodríguez. Resulta que el conocido director de cine, en los extras de sus DVDs incluía vídeo recetas. Se le veía en casa, preparando una cochinita pibil. Era un formato informal, directo y breve, pensé que algo parecido podría funcionar en youtube. Subí mi primer vídeo, una receta de tortilla de patatas, se hizo viral y aquí seguimos. Desde Tarragona, compartiendo recetas y experiencias gastronómicas de todo tipo.