Conocer una ciudad como turista es difícil. Puedes hacerte una idea, pero esta puede ser equivocada. Viviendo una temporada se puede conocer superficialmente, aún así, se está a un par de años luz de entender su idiosincrasia tal y como la entiende un autóctono.
Necesitaríamos un buen puñado de vidas para entender el mundo. Una buena manera de empezar es paseando por la calle. Una manera mejor, por lo menos para mi, es disfrutando de la comida callejera. Sin prisas, observando las costumbres locales y saboreando cada bocado.
Beirut es una ciudad ideal para hacerlo. Es grande, así que las pateadas son importantes. Afortunadamente, hay centenares de sitios donde parar y coger fuerzas.
Por las mañanas, lo más típico es parar en una de las numerosas panaderías. Todas con un inmenso horno de gas a la vista. Para desayunar, lo más popular es el man’oushe, una torta parecida a la base de la pizza, aunque algo más espesa y aceitosa.
Con queso o con za’atar, una mezcla de especias que suele llevar tomillo, zumaque, sésamo y sal. La versión que más nos gustó, mitad y mitad.
Empezamos el recorrido en una panadería histórica Hamadeh Snack, años de experiencia y un za’atar propio de mucho prestigio.
La verdad es que, para uno, es algo excesivo, especialmente para desayunar. La base crujiente, los aromas de las especias y el aceite hace que entre bien, pero compartiendo una hubiéramos tenido suficiente.
Para tener una idea más completa, decidimos probar en un par de sitios. En Hamra, uno de los barrios más dinámicos de la ciudad, con comercio, bares, restaurantes y pubs muy recomendables, está Furn Ghalayini.
Mismo formato, con la ventaja que, por el lateral, puedes ver como preparan sus panes. Lástima que no me dejaron grabar.
En general, se les da un horneado previo a las tortas y, cuando la pides, la acaban de tostar.
Evidentemente es para comer mientras vas de un lado a otro. No es fácil encontrar un banco o algún parque donde sentarse a desayunar tranquilamente, pero nos las arreglábamos bien.
Hay que procurar no morirse sin probar el kaak. Un pan de masa fina y crujiente, con sésamo por encima. Su peculiaridad es un agujero en forma de asa que sirve para colgarlo, aunque en la mayoría de panaderías no los exponen así.
Para probarlo nos acercamos a la Boulangerie Ghattas. Está en el barrio Gemmayzeh, concretamente en la calle Gouraud, donde se encuentran las cafeterías, bares, restaurantes y pubs más cool de la ciudad. Territorio hipster.
Fue donde nos trataron mejor. En general, la gente es seria, pero no antipática.
Abierto desde 1920, la tercera generación presume de harina e ingredientes naturales. Panes multicereales con labne y queso bajo en grasa, ensaladas, man’oushe con todo tipo de ingredientes, patatas cocidas aliñadas y, como una buena lista de rellenos para el kaak.
Lo pedimos de jamón y queso. Tuestan primero el pan, después lo rellenan y lo vuelven a meter en el horno hasta que el queso se ha fundido. Si es para llevar, lo cortan en dos y lo envuelven. Si te lo comes allí, lo trocean y lo sirven en una bandeja. Realmente rico, muy recomendable.
Si tuviera que apostar por el plato más popular de comida callejera a escala mundial, la pizza y los tacos ocuparían buenas posiciones, pero no me olvidaría del shawarma.
Pizza, tacos y shawarma cumplen las tres condiciones indispensables para ser los reyes, la comida es el plato y los cubiertos, es decir, la masa permite agrupar los ingredientes y se puede comer con las manos, se prepara con velocidad y, la más importante, están muy ricos.
Claro que hay muchas otras variedades locales, pero no se han hecho un hueco en las principales ciudades del mundo. Nuestro bocadillo las cumple, pero no es tan popular, por lo menos con los rellenos que son habituales aquí. Tal vez habría que incluir la hamburguesa, aunque es menos habitual verla como comida callejera.
Basterma Mano lleva más de 50 años en una de las calles principales del barrio armenio de Bourj Hammoud. Es un municipio independiente, aunque ya no se diferencia de la ciudad. Una de las zonas con más densidad de población de oriente medio, sus calles hierven de actividad.
Shawarmas de pollo, ternera o sujuk, un embutido de carne de ternera de sabor intenso muy popular en Líbano. Servicio rápido y atento. Gente alegre en general. Pedimos uno de pollo y probamos el sujuk. El de pollo estaba realmente rico. El de sujuk probablemente también, aunque a nuestro paladar nos resultó demasiado fuerte, es muy salado, recuerda a la mojama.
Si me hubieran dicho que los helados en Beirut son un tema, no lo hubiera creído. Tiene sentido, dado que es una ciudad en la que hace calor. Pero la calidad de los helados de Hanna Mitri fue toda una sorpresa.
Un local esquinero en una calle más bien mediocre. Cuatro neveras de suelo en un espacio que no dejaba sitio para más. Un goteo constante de clientes, pero nada agobiante. Y unos helados tremendos.
Pedimos uno de mango y piñones y otro de pistachos. Ambos excelentes, con una intensidad de sabor natural realmente refrescantes.
Era como comerse un mango en su punto de maduración, cremoso, con unos piñones crudos gruesos y sabrosos. Para saltar de alegría.
El de pistacho, teniendo en cuenta la calidad de la materia prima, difícilmente igualable. La proporción de fruto seco es casi insultante.
Con los calores de Beirut hay que disfrutarlos con rapidez. La única pega es que la galleta no estaba a la altura. Pero seguro conservamos estas sabores en nuestros paladares durante mucho tiempo.
En este recorrido no podía falta un buen falafel. Muchos locales con la misma estructura. Un mostrador que da a la calle y, justo detrás, una inmensa olla con aceite, bordeadas por el falafel ya frito.
Lo probamos en varios sitios y siempre estaba rico. Lo elaboran con rapidez y precisión. Ligeras diferencias en los ingredientes y siempre puedes personalizar la configuración. Lo más común es que ofrecieran la mezcla de hierbas frescas, con predominio de la menta, a veces tomate, a veces guindilla, siempre encurtidos varios, a veces nabo, a veces pepinillo y casi siempre rábano. Interesante las diferencias en la salsa picante y la de yogur.
Nos gustó especialmente un establecimiento del que no nos quedamos ni con el nombre. Incrustado en la ventana de una vivienda, atendidos con amabilidad a pesar de no entendernos con el idioma. Lo recordaremos.
Probamos también el bocadillo de knefeh, algo excesivo, y el helado de yogur, muy rico. Aquí os dejo unos cuantos motivos para ir. Para nosotros ya son motivos para volver.
Hamadeh Bakery
Independance
Furn Ghalayini
Leon – Hamra
Boulangerie Ghattas
Gouraud/Gemayzeh
Basterma Mano
Bourj Hammoud
Hanna Mitri
VGR9+GM
Falafel
Rue Moustapha Ghalami
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Todo empezó en 2007. Mi tío, que por entonces nos divertía con su blog «Desde Mi Cocina», me envío un vídeo de Robert Rodríguez. Resulta que el conocido director de cine, en los extras de sus DVDs incluía vídeo recetas. Se le veía en casa, preparando una cochinita pibil. Era un formato informal, directo y breve, pensé que algo parecido podría funcionar en youtube. Subí mi primer vídeo, una receta de tortilla de patatas, se hizo viral y aquí seguimos. Desde Tarragona, compartiendo recetas y experiencias gastronómicas de todo tipo.