¡Hola! Nueva entrega de las crónicas gastronómicas neoyorquinas. Turno del café.

En Nueva York hay café de especialidad en todas partes. Es una buena noticia. Por mucho que el hipsterismo sea excesivo, todo aquello que beneficia al producto y, con ello, al productor, es bueno. Ganamos todos.

La selección de locales es un tanto aleatoria. Habiendo tanto, es difícil determinar qué sitios son los mejores y al final fue una cuestión más de conveniencia que de prestigio.

Everyman Espresso 136 E 13th St

Everyman Espresso es la cafetería de Sam Penix, uno de los más prestigiosos baristas de NY. Si hizo muy popular por un tatuaje, un I ❤ NY en el que se sustituía el corazoncito por una taza de café. Fue denunciado por uso indebido del y tuvo que dejar de usarlo como logo.

Ahora mismo tiene tres locales y fuimos al original en East Village. Como era de esperar, un barista preciso y cuidadoso. Pedimos latte y espresso. El café con leche los sirven en una taza alta enorme, muy cremoso. El espresso intenso. Muy rico todo.

MoMA 11 W 53rd St

Uno no puede visitar NY sin acercarse al MoMa. Ana estuvo entretenida un buen rato. A mi me duran menos los museos, pero descubrí que había una réplica de un café diseñado por Ludwig Mies van der Rohe y Lilly Reich en 1927.

Fue un encargo de la Asociación de fabricantes alemanes de seda en el marco de la exposición «Die Mode der Dame». El resultado es el «Café Samt & Seide» de Berlín.

Allí servían café de filtro, preparado con cariño, aunque no excesivamente rico.

Como me gustan los viajes en el tiempo, la experiencia valió la pena.

Cafe Grumpy 224 West 20th St

El Cafe Grumpy fue algo decepcionante. Su nombre, café gruñón, es un guiño a la clásica antipatía de los baristas neoyorquinos. Afirman no ser grumpy, pero ese no fue su día.

Fue el típico servicio en el que parece que te estén haciendo un gran favor. El ambiente tampoco fue muy amable. Flat white fuerte y cremoso, y un espresso potente. Muy rico también.

Devoción 69 Grand St Brooklyn

Devoción fue un descubrimiento casual paseando por Brooklyn. Presumen de tener el café más fresco del mercado. Procedente de Colombia, una de las pocas zonas donde el clima permite cosechar todo el año, el café llega a las pocas semanas de ser recogido. Allí lo tuestan a diario y, evidentemente, también lo sirven.

El local está en una zona de naves industriales. Es enorme. A través de los cristales del pasillo de entrada se ve la tostadora.

El salón es abierto, con mucho sitio, incluido el típico chester. En el techo, una gran claraboya que deja entrar la luz.

Barista de nivel sirve un excelente café que disfrutamos desparramados sobre el chester. El grado de hipsterismo es soportable, si estáis por allí, vale la pena.

Bien, queda la burger neoyorkina. En breve, publicaré.

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