COMER JUNTO AL EBRO EN EL RESTAURANTE LO PARQUE, EN TIVENYS

Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de hacer una serie de vídeos dedicada a restaurantes de la provincia de Tarragona y el concesionario de Kia de la ciudad se ha prestado a dejarme un Nero, así que ya no tengo excusa.

Cuando pedí recomendaciones en twitter, salió una lista bastante larga, pero había varios que se repetían con frecuencia. Entre ellos, Lo Parque, en Tivenys. Un restaurante transparente con unas vistas espectaculares al Ebro. Es lo primero que llama la atención, las paredes acristaladas que te permiten comer junto al río sin las incomodidades del calor, el frío o los mosquitos. También es verdad que, siendo octubre, se estaba muy bien en la terraza.

Bajando unas escaleras llegas a un pequeño embarcadero donde todavía impresiona más el caudal del río. Es sublime. Como escribe Kant en uno de sus ensayos: “La vista de una montaña cuyas nevadas cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa o la pintura del infierno por Milton, producen agrado, pero unido a terror”. Y es que la fuerza del agua es bella y a la vez acongojante.

En el restaurante ofrecen dos menús muy completos con protagonismo para la cocina local, muy ligada al producto de proximidad y temporada, sin radicalismos. Robert, el padre de Carles Griñó, el joven propietario, los explica con amabilidad y todo tipo de detalles. También se puede comer a la carta, aunque, por el tamaño de los platos, en ese caso es mejor pedir para compartir con una mesa de un mínimo de cuatro comensales.

Empezamos con unos buñuelos de bacalao que preparan con huevo, harina, ajo, perejil y, como no, bacalao desmigado. Cuando llega la comanda fríen en abundante aceite. Escurren el exceso con papel de cocina, emplatan y a la mesa. Son esponjosos y ligeros, de sabor suave.

Gracias a nuestra inteligencia somos el animal que menos tiempo dedica a conseguir y consumir comida. Después de miles de años dedicando la mayor parte del día, creo que ahora lo echamos de menos. De ahí que nos guste entretenernos buscando un nuevo restaurante y no nos importe hacer kilómetros para disfrutarlo.

Para la tarrina cuecen bien la oreja y las manitas de cerdo, deshuesan, trocean y colocan en el molde con algo del agua de la cocción. Gracias al colágeno después se pueden formar las porciones, que marcan con un chorrito de aceite. Emplatan y añaden una crema de manzana al horno y un romesco clásico.

Qué rico. Gelatinoso, dulce y un punto crujiente. El pan con tomate de la panadería del pueblo también muy rico. Son detalles que valoro especialmente, en lugar de servir un pan industrial horneado, confían en la panadería que tienen al lado.

Me quedé con ganas de probar los mejillones del Delta, pero la temporada ha acabado. También me hubiera gustado disfrutar del arroz típico de Tivenys, con costilla, bacalao, espinacas, alubias y baldana, la morcilla típica de la zona. Pero empieza a haber galeras y fue más tentador.

Lo preparan en una cazuela alta, como se ha hecho en la zona toda la vida, quedando más meloso que seco. La técnica de elaboración es curiosa, en la cazuela ponen un sofrito de cebolla con tomate, sepia en tacos salteada, tomate, pimiento asado, ajo y perejil, pimienta negra, un buen pellizco de sal y un chorrito de aceite. Sofríen y, cuando pierde el agua, añaden el arroz. Dejan un par de minutos removiendo constantemente y cubren con un caldo de pescado. Para acabar añaden un par de galeras y unas alcachofas. Cuando el arroz está en su punto, lo llevan a la mesa y te lo sirven.

Lo dicho, queda un arroz meloso, potente, generoso. Tenía que conducir, así que apenas me mojé los labios con el vino.

Detesto eso de “centrarnos en lo que tenemos en común para dejar atrás lo que nos diferencia”. La gracia está en saber valorar la diferencia. Lo que tenemos en común es la pizza. El 20% de restaurantes del mundo son pizzerias. Pero no queremos comer todos los días lo mismo, especialmente cuando viajamos con el deseo de disfrutar la cocina local. Por eso es tan importante defender la diversidad.

La tarta de queso es una versión de la famosa de La Viña, parece que se ha ganado el trono y va a ser difícil desbancarla. Esta es esponjosa y, se percibe ligera, aunque todos sabemos que no lo es. Muy rica.

En la cocina están Nati, Julia, Dora, Petra y Pilar. En la sala Ferran junto a Robert y Carles está en todas partes.

Abren mediodía y noche de martes a domingo desde mediados de junio hasta finales de septiembre, con la terraza abierta a diario. El resto del año abren mediodías de miércoles a domingo. Si uno no está cerca, es un buen plan si te apetece hacer unos kilómetros, darte una vuelta por la ladera del Ebro y disfrutar de la cocina del territorio.

Todavía no he decidido el siguiente restaurante, así que se agradecen recomendaciones de restaurantes de la provincia de Tarragona.

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