RESTAURANTE MARINA BEACH CLUB VALENCIA

Los caminos del éxito de un restaurante no son inescrutables. Estando en la playa de Las Arenas, a poca distancia del centro de Valencia, en un espacio con terraza y piscina, no acaba de explicar que en el Restaurante Marina Beach Club de Valencia llenen un lunes por la noche. Es algo más.

Probablemente tenga que ver con el asesoramiento de Juan Carlos Galbis, el cocinero que, en su día, consiguió la primera estrella Michelin de la Comunidad Valenciana y que ha desarrollado para el restaurante una quincena de arroces entre secos y melosos. También de Sébastian Gros, chef ejecutivo y responsable de una máquina bien engrasada. Pueden llegar a servir 800 cubiertos en un día.

El complejo ocupa un total de 3.500 m2 y ha sido proyectado y decorado por el arquitecto Juan Ranchal y el interiorista Janfri.

Era un día de viento, así que nos acomodamos en el interior, en una mesa con unas vistas espectaculares al mar.

La carta es bastante larga. Distribuida en platos para empezar, directos del mar, ensaladas, pasta, arroces, fideos, carnes, pescados, mariscos y postres. De lunes a jueves al mediodía ofrecen un menú por 19,50€. En verano, la cocina abre de 11:00 a 01:00 de jueves a domingo y viernes y sábado de 11:00 a 02:00.

Empezamos con unos originales huevos rotos. Preparan una tortilla solo con claras. Cuando cuaja, añaden una parmentier de puerros y cierran la tortilla. Por otro lado, saltean y flambean unos langostinos. Para emplatar, en la base del plato, sirven una capa de yemas, añaden la tortilla y acaban con los langostinos, sal negra y unos pétalos.

Una combinación sorprendente. Lejos de unos huevos rotos clásicos, vendría a ser una versión de mar. Una mezcla un punto dulce y muy untuosa.

Como llegamos pronto y nos lo tomamos con calma, vimos anochecer. El cambio de luz le da otra perspectiva al espacio. Destaca un olivo en el centro del comedor y una raíz de teca enorme diseñada por Joenfa Nature.

Seguimos con el pulpo a la brasa. Primero, lo marcan a la plancha, una vez cocido. Después, le dan un golpe de brasa que lo carameliza y, sobre todo, le da aroma.

En la base del plato, una crema de boniato, que preparan asandolos y triturándolos con mantequilla y nata. Además, un crujiente de patata, que elaboran extendiendo un puré que después secan en el horno y unas patatas fritas en láminas. Encima, el pulpo troceado, un aceite de pimentón ahumado, sal negra y unos pétalos.

Este es un plato que no falla. La caramelización del exterior del tentáculo, le da una dulzura única. Bien con el puré de boniato y las patatas.

Dicen que por la noche no debe comerse arroz, pero estando en Valencia era difícil resistirse. Optamos por una de las creaciones de Galbis, el arròs dels bous, que toma su nombre de una peculiar técnica de pesca de arrastre, surgida en el siglo XVIII en la playa del Cabanyal. Dos barcas pareadas y a vela arrastraban por la popa una red sobre el fondo, al tensarse, tomaba forma de unos cuernos, de ahí el nombre.

En la paella ponen la sepia troceada, también el rape, unos ajos tiernos y un buen chorro de aceite de oliva. Ya en el fuego, añaden una salmorreta, ya sabéis, este sofrito con ñora, ajo y tomate tan típico de la zona de Alicante. Sofríen unos minutos y añaden el arroz, que tuestan brevemente. Después algo de colorante y por fin el caldo, elaborado con pescado de roca. Dejan unos diez minutos al fuego, añaden el salmonete y acaban en el horno.

Antes de servir devuelven al fuego unos segundos para tostar la base. Ya en la mesa, puedes comerlo directamente de la paella o, si lo prefieres, te lo sirven. Queda una fina capa de arroz, suelto, de un sabor intenso, sin tropezones, muy rico.

La verdad es que se hace raro comerse un arroz denoche, pero no éramos los únicos. Supongo que si estás de vista en la ciudad y has comido algo ligero al mediodía, apetece disfrutar de un buen arroz, se la hora que sea. Nos fuimos sobre las once y seguían marchando arroces.

Acabamos con una torrija de naranja. En una leche aromatizada, empapan bien tres porciones de un pan brioche, añaden una buena dosis de mantequilla y la funden con el soplete. Emplatan y añaden un helado de chocolate, caramelo, una espuma de café, unos pétalos y unos peta zetas de oro.

Un postre para golosos. Mejor para compartir, es una dosis tremenda. Antes de acabar, nos pedimos un par de copas de Ruinart Brut Rosé para disfrutar el espacio un rato más.

En una localización así, con el éxito casi asegurado, está muy bien que hayan apostado por unos arroces de calidad.

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Marina Beach Club Valencia Carrer Marina Real Juan Carlos I, s/n, 46011 València


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