En bol grande ponemos la harina, la levadura y la sal. Mezclamos bien desmenuzando la levadura fresca con los dedos.

Añadimos la leche, un chorrito de aceite de oliva virgen extra y el agua, que debe estar tibia, y mezclamos, haciendo girar con una espátula.

Cuando tenemos la mezcla se compacta, la volcamos en la encimera y empezamos el amasado. Es muy incómodo porque es una masa muy hidratada y se nos pegará a las manos y a la encimera. Levantamos, la golpeamos sobre la encimera, tiramos de la base, la giramos sobre la masa y repetimos. Levantamos, giramos noventa grados, golpeamos sobre la encimera, y tiramos de la base.

Poco a poco, dejará de pegarse a las manos y a la encimera y quedará una masa suave y ligera. En ese momento, doblamos hacia dentro formando una bola y devolvemos al bol. Cubrimos con papel film y dejamos fermentar una hora. La temperatura es importante, debemos estar a algo más de 20ºC. Una solución es meterla en el horno y añadir una bandeja con agua hirviendo.

Pasada la hora, cortamos en dos, formamos dos bolas cerradas por la basa y dejamos una segunda fermentación durante una hora más.

Finalmente, extendemos la masa enharinándola bien primero, y añadimos los ingredientes que más nos gusten. Una base de tomate, la mozzarella, albahaca y un chorrito de aceite de oliva virgen extra.

Para transportarla, la ponemos sobre papel de horno y la colocamos en la base del horno eléctrico, que debe estar precalentado a tope. Vamos mirando y, cuando la base está bien tostada, la colocamos en la parte superior del horno, aprovechando para poner la otra pizza en la base. Retiramos en cuanto estén bien doradas.